Los granjeros de EEUU luchan contra la contaminación «permanente» de sus campos

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El productor lácteo Fred Stone compra pienso dulce en una tienda de Tractor Supply Co. en Scarborough, Maine, Estados Unidos, 14 de diciembre de 2023 (publicado el 12 de septiembre de 2024). EFE/EPA/CJ GUNTHER

La familia de Fred Stone ha dirigido durante más de un siglo una exitosa granja de leche en el estado de Maine, al este de los Estados Unidos, pero ha tenido que echar el cierre por los llamados “Forever Chemicals”, productos químicos que han contaminado de manera permanente sus explotaciones arruinando sus negocios.

«La sustancia contaminante está en mi suelo. Está en el agua subterránea que doy a mis vacas, y en el heno que corto y con los que las alimento. Está en cada parte de ellas: su leche, el músculo o la grasa. Y no desaparece. Nunca», asegura Stone en su granja Stoneridge.

Las sustancias químicas sintéticas presentes en su ganado son las denominadas PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), que se utilizan generalmente en productos como tejidos impermeables, productos electrónicos, cosméticos, ollas y sartenes de cocina.

Estas sustancias tóxicas se han detectado ahora en el suelo, los océanos, el agua y los organismos vivos, aumentando su concentración según ascienden en la cadena alimentaria.

Además, según informes de Naciones Unidas, la exposición a estos productos se ha asociado a lesiones hepáticas, hipertensión, disminución de la respuesta inmunitaria, disminución de la fertilidad, menor peso al nacer o cáncer testicular y de riñón, incluso enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

La granja de Stone, que suministraba leche a Oakhurst Dairy, uno de los mayores distribuidores de Estados Unidos, se acogió, como la mayor parte de los agricultores y ganaderos del país, a un programa impulsado por el estado en la década de los 80 para utilizar productos para tratar las aguas residuales de las explotaciones y luego usar esa tierra para fertilizar sus campos.

Stone no solo utilizó esos productos sino que asegura, en una entrevista con un reportero de EPA Images (de la que EFE es accionista mayoritaria), que el propio Departamento de Protección Medioambiental de Maine le contactó para entregar y distribuir estos productos al resto de agricultores desde 1983 hasta 2004.

Pero su “pesadilla” comenzó en noviembre de 2016, cuando Stone recibió una llamada de su principal cliente Oakhurst Dairy alertando de los excesivos niveles de sustancias químicas PFAS en su leche. Sustancias tóxicas que provenían de los productos para la tierra suministrados por el estado.

Una pesadilla durante décadas

La Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA) y el Centro de Control de Enfermedades aseguran que las sustancias químicas PFAS son «perjudiciales para la salud” y la leche de Stone registró casi siete veces más que los índices normales, lo que le obligó a sacrificar en un primer momento hasta 125 de sus vacas y traer un nuevo ganado que a la larga no logró solucionar un problema ya intrínseco.

«No podía permitir que los niños bebieran esa leche, tenía que encontrar la manera de hacer las cosas bien y mantener mi explotación», asegura Stone, a pesar de que la EPA no haya aún determinado límites ni haya proporcionado directrices federales concretas para los PFAS que, según el Centro de Control de Enfermedades, ya se encuentran en un 97% de los ciudadanos del país.

El propio Stone tiene afecciones que podrían estar relacionadas con estos agentes tóxicos como edemas en las piernas o Parkinson: “Me caigo mucho y tomo medicamentos para ello. No hay antecedentes de Parkinson en mi familia. Mi mujer también tiene problemas de salud», afirma.

Reinventarse para salir adelante

Actualmente, Stone utiliza heno de Canadá para alimentar a las pocas vacas con las que cuenta y tiene un gran sistema de filtración de agua con carbón activado granular. Estas medidas han reducido los niveles de PFAS en aproximadamente un 50%, pero las sustancias químicas nocivas siguen siendo detectables y sigue sin vender su leche.

Una foto tomada con un dron muestra los tanques de la instalación de tratamiento de aguas residuales del Kennebunk Sewer District en Kennebunk, Maine, Estados Unidos, 25 de abril de 2024 (publicada el 12 de septiembre de 2024). EFE/EPA/CJ GUNTHER

En 2023, el congresista de Maine Wayne Parry se enteró de los problemas de Stone y otras granjas contaminadas y presentó un proyecto de ley que obligaba al ese estado a reembolsar a los afectados por esos productos (lodos y tierra en su mayoría) contaminados y proporcionados por ellos mismos.

«Quería asegurarme de que personas como Fred (…) pudieran obtener alguna compensación después de que el Estado les dijera que el material que estaba esparciendo en su granja era correcto y que no había problemas con él», asegura Perry.

Incapaz de producir y vender leche desde 2016, Stone se endeudó en cerca de medio millón de dólares, unas pérdidas que no ha logrado recuperar a pesar de que el estado haya aprobado desde entonces leyes para compensarlos y ayudarles a reinventarse con la instalación, por ejemplo, de granjas solares.

De este modo, tras verse obligado a abandonar el negocio centenario de los lácteos, Stone se ha pasado al negocio energético: “Ahora la tierra en la que crecí va a estar cubierta de paneles solares y no cultivaré más pienso para mis animales. (Mi mujer) Laura y yo hemos perdido ocho años de nuestras vidas pero consideramos que hemos hecho lo correcto al negarnos a vender leche o carne contaminada», afirma.

«Ojalá pudiera alegrarme, pero no es así. Vergüenza debería darle al Estado por ponernos en esta situación», concluye.

*Tomado de: https://efeagro.com/granjeros-eeuu-contaminantes/