La industria y consumo de la carne

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Argentina es el primer país de Latinoamérica y el tercer país del mundo en mayor consumo de carne de 88 kilos por habitante cada año. Foto referencia/EFE/Juan Ignacio Roncoron

Infobae Perú

Seremos testigos de la promoción del consumo de insectos y vegetales. La dieta humana parece que va a cambiar, destaca Sandor Lukacs de Pereny

En la actualidad se señala con fuerza mediática a la industria cárnica como la responsable de una gran parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Según se argumenta, esta contribuye no solo al calentamiento global, sino que también causa contaminación ambiental directa. Al respecto, se plantea que las personas que comen mucha carne podrían ayudar a combatir la crisis reduciendo su consumo. Incluso sustituir la carne de vacuno por otras carnes reduciría considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero.

Consumo y contrastes

Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indican que la media de consumo de carne a nivel global es de 41 kilos por persona al año. Además, hay que destacar que el consumo de carne varía de un país a otro. Factores como la geografía o el poder adquisitivo per cápita de cada país, influyen directamente en su consumo. Estados Unidos es el país donde se consume más carne con una cantidad de 99 kilos por persona al año. Esta cifra se debe en parte a varios aspectos, el primero es que los estadounidenses viven en un país rico y que se puede permitir el consumo de este alimento de forma más frecuente. El segundo aspecto es que Estados Unidos es el mayor productor de carne de vacuno. Los países que menos carne consumen son: Burundi en África y Bangladesh en Asia, ambos países no superan los 4 kilos de carne por persona al año. Argentina es el primer país de Latinoamérica y el tercer país del mundo en mayor consumo de carne de 88 kilos por habitante cada año.

Una industria de metano…

Según un artículo publicado recientemente en la revista The Guardian, el metano es un gas de efecto invernadero que el ganado emite vía eructos y no por gases expulsados por vía intestinal como erróneamente se cree (coloquialmente conocido como “pedos de las vacas”). Como consecuencia, se calcula que el metano generado tiene un potencial de calentamiento es 28 veces mayor en 100 años que el del dióxido de carbono. Es decir, se sostiene que cada tonelada de metano emitida impacta en el clima más de dos docenas de veces más que una tonelada de dióxido de carbono. Aunque el metano y el óxido nitroso no permanecen en la atmósfera tanto tiempo como el CO2, su respectivo potencial de calentamiento climático es calculado entre 25 y 300 veces mayor que el del dióxido de carbono.

Sin embargo, cuando se mide en un marco de tiempo más corto, en el transcurso de solo 20 años, el impacto del a-según refieren ciertos especialistas- es aún más dramático, causando aproximadamente 85 veces más calentamiento por tonelada que el CO2.

Es incuestionable que la industria de la carne viene afrontando un panorama bastante complejo - crédito REUTERS/Paulo WhitakerEs incuestionable que la industria de la carne viene afrontando un panorama bastante complejo – crédito REUTERS/Paulo Whitaker

Reduciendo las emisiones de metano

Investigadores de la Universidad de Melbourne indicaron que: “emitir metano siempre será peor que emitir la misma cantidad de dióxido de carbono, sin importar la escala de tiempo”. De acuerdo con estos especialistas, las vacas producen metano a medida que sus sistemas digestivos procesan los alimentos llegando a producir hasta 500 litros de metano al día. Aunque se estima que esta cantidad contribuye a menos del 2% del calentamiento global, el metano permanece en la atmósfera durante unos 12 años, mucho menos que el CO2. Para mitigar este tema del metano, se están desarrollando diversas soluciones como la reducción de los eructos de las vacas con algas marinas aditivas para alimentos, o el uso de biodigestores para el estiércol que contamina el metano, sin embargo, estos mismos investigadores afirman que quitar la carne de la mesa es técnicamente la opción que podría lograr la mayor mitigación ya que creen que los seres humanos y el ganado son la causa principal del aumento de la contaminación por metano.

El mito del metano: argumentos contrarios

En contraparte, William Happer, profesor emérito de física de la Universidad de Princeton, trabajó en la Casa Blanca y realizó un trabajo sobre la investigación del metano en el 2019. Happer y su coautor, William van Wijngaarden físico de la Universidad de York en Canadá, aseveraron que los temores de las emisiones de metano como impulsores del cambio climático son exagerados en cuanto a un efecto global sobre el clima, ya que el metano es inmensamente pequeño. Ellos sostienen que el metano atmosférico es un gas que contribuye al calentamiento de la Tierra. Este calentamiento ocurre debido a la diferencia en la radiación térmica que sale de la Tierra a través de la atmósfera sin gases de efecto invernadero, en comparación con la radiación que sale a través de una atmósfera con gases de efecto invernadero. Esta diferencia se llama forzamiento radiactivo.

El forzamiento radiactivo depende de la ubicación geográfica y la altitud, pero generalmente se cita para una región con clima templado y para la parte superior de la atmósfera. En comparación con el dióxido de carbono (CO2), otro gas de efecto invernadero, el metano tiene un impacto mucho mayor en el forzamiento radiactivo por molécula añadida en la atmósfera. Esto se debe a que el CO2 tiene una mayor saturación en la absorción de radiación. Sin embargo, aunque el impacto del metano es mayor por molécula, la tasa de aumento del CO2 en la atmósfera es mucho mayor que la del metano. Por lo tanto, la contribución del metano al aumento anual del forzamiento radiactivo es solo una décima parte de la del CO2.

En términos de impacto en el calentamiento global, el aumento conjunto de metano y CO2 en la atmósfera tiene un forzamiento neto de aproximadamente 0.05 vatios por metro cuadrado por año. Esto resulta en un aumento de temperatura de alrededor de 0.012 grados Celsius por año.

En síntesis, las propuestas para restringir el consumo de carne para evitar las emisiones de metano, según Happer y van Wijngaarden, no están respaldadas por los hechos ya que su contribución al calentamiento global es menor en comparación con el CO2.

Mas allá del debate: acciones en curso

Para reducir el consumo de carne en las escuelas y hospitales públicos de la ciudad de New York se está quitando en el menú la carne y está siendo reemplazado por vegetales, tubérculos y legumbres. El alcalde de esta ciudad, Eric Adams prometió reducir las emisiones vinculadas a las compras de alimentos de la ciudad en un 33% para 2030. Asimismo, indicó que es importante hacerse cargo del desperdicio de alimentos, que ahora termina en gran medida en vertederos que producen metano, un gas de efecto invernadero particularmente potente. Para abordar ese problema, la ciudad de Nueva York se comprometió a implementar un programa de compostaje en toda la ciudad para fines de 2024.

Aspectos nutricionales en la balanza

Las cifras de vegetarianos (comen vegetales y derivados de animales mas no carne), veganos (consumen vegetales más ningún producto animal o derivado) y los flexitarianos (gente que reduce su consumo de carne apuntando a una dieta vegetal) han aumentado rápidamente en los últimos años. No obstante, los límites estrechos de una dieta vegana significan que siempre será una gran decisión y compromiso de estilo de vida y no algo que se pueda imponer fácilmente a las personas que no están dispuestas porque les gusta comer carne. Dada la conciencia de los problemas ecológicos, estamos viendo un alejamiento de la carne, pero eso es el resultado de la elección de cada consumidor. Algunas personas están comiendo más verduras, otras están probando sustitutos de la carne y muchas personas están comiendo más pescado. A modo de contexto, en la década de 1960, el consumo mundial de pescado era de 9 kg per cápita, hoy es de 23 kg y sigue aumentando.

Consumo de carne en el Perú

En el Perú, consumo per cápita de carne de res anual ha alcanzado los 6.062 kg. En Sudamérica nuestro país ocupa el último lugar en consumo de carne vacuna. Lima (8.31 kg/hab/año) es la ciudad que en el Perú consume más carne, seguida de Arequipa de acuerdo con cifras del Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri). Según la FAO, los índices normales de consumo per cápita deberían alcanzar los 10 kg. En contraparte de acuerdo a datos de la Asociación Peruana de Avicultura (APA), el consumo de carne de pollo en el Perú, supera los 55 kg por persona al año, situando al Perú como el mayor consumidor de carne de pollo per cápita en Sudamérica.

Proyecciones

Según un informe publicado en la revista Time, se prevé que la demanda mundial de carne casi se duplicará para 2050, particularmente en países con una clase media en crecimiento, como China. Por ello se están desarrollando tecnologías alimentarias revolucionarias como la carne cultivada, los líderes de China, afirman que ellos pueden ayudar en construir el futuro de los alimentos a nivel mundial. Al promover alternativas a la carne cultivada, China podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero aumentar la seguridad alimentaria, reducir la degradación ambiental y ayudar a combatir la pobreza mundial.

Conclusiones

Es incuestionable que la industria de la carne viene afrontando un panorama bastante complejo. Asimismo, los argumentos que consideran al metano como un gran causante del calentamiento global serán conducentes a políticas publicas de reducción o incluso “quotas” de consumo de carne por persona. Dicho de otra forma, podríamos ver en un futuro una suerte de “créditos de carbono/metano” per cápita, es decir, limites de consumo de ciertos productos que sean considerados como causales del calentamiento global (antropogénico). También seremos testigos de la promoción del consumo de insectos y vegetales. La dieta humana parece que va a cambiar, pero no por nuestra voluntad. Es en este punto en el cual subyace la dicotomia entre la libertad y la imposición del consumo.