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“Ixquic se encaminó a la milpa donde solo se levantaba una mata de maíz raquítica, mal crecida entre la maleza y los abrojos […]. Desesperada invocó a los dioses […]. Ellos hicieron que la milpa creciera y diera abundante y oloroso fruto. Dio tanto que las espigas se doblaban, descansando sobre los terrones del suelo…”. De esta poética forma, el Popol Vuh, maravilloso libro indígena que narra las antiguas leyendas mayas del Quilche, cuenta la transformación del teosintle en maíz.
No tanto por la invocación de Ixquic a sus dioses, sino por obra de la observación y la inventiva humana, el maíz llegó a nuestras mesas en un proceso de selección de frutos y plantas de superior calidad, desde que el hombre comenzó a agruparse en asentamientos y a depender de la agricultura para su alimentación.
Un proceso repetido una y otra vez a lo largo de nueve mil años condujo a un lento desarrollo intuitivo de mejoramiento genético. Y así el diminuto teosintle se convirtió en maíz. Ahora, acelerados con técnicas de ingeniería genética, los procesos de mejoramiento genético conducen a la selección de genes de uno o más organismos para insertarlos en otros, que así adquirirán las características dadas por los genes insertados. Son los llamados organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos.
Manzanas y papas más resistentes a la descomposición, arroz enriquecido en vitamina A por introducción de un gen proveniente de narcisos o maíz que sintetiza el precursor de la vitamina, soya con contenido modificado de aceitespor inserción de un gen fúngico, lechozas (papayas) resistentes a plagas por inserción de genes virales que las tornan más rendidoras, plantas resistentes a la sequía, son unos pocos ejemplos de cultivos en marcha o de proyectos todavía bajo experimentación. Ejemplo clásico, la producción de variedades de plantas resistentes al ataque de larvas de mariposas y polillas (Leucinodes orbonalis) a partir de la inserción de un gen de la bacteria del suelo Bacillus thuringiensis (Bt), que codifica una proteína tóxica contra estos insectos. La planta ahora comienza a producir la toxina de la bacteria y a protegerse del ataque del depredador.
A mediados de julio de 2021 el gobierno filipino, luego de rigurosas pruebas de bioseguridad, autorizó el cultivo del arroz enriquecido en vitamina A (Golden Rice), así como el uso de berenjenas modificadas por Bt para alimento de ganado y humano. De esta manera sigue el camino de Bangladesh que en 2014 autorizó el cultivo de berenjenas, una hortaliza esencial en la dieta del bangladesí, en su versión GM, con lo cual superó el problema de pérdidas de 30% a 60% en sus cultivos y significó un incremento de más del 20% de la producción y las ganancias en un país empobrecido como Bangladesh. Hoy en día, más de 150 mil campesinos la cultivan. Una ventaja adicional viene asociada a la reducción significativa en el uso de insecticidas, con la consiguiente disminución en gastos e impactos nocivos en el medio ambiente y mejoría en la salud del campesino y su familia.
La extensión de los cultivos OGM va en aumento año a año. Ya en 2017 llegaron a casi 190 millones de hectáreas en el mundo y 17 millones de agricultores dedicados a cultivos GM. Es la agricultura de más rápido crecimiento, alcanzando un aumento de 112 veces desde su introducción en 1996. De las naciones en vías de desarrollo, unas 19, incluyendo India, Pakistán, Sudán, Vietnam, Filipinas, Bangladesh; y entre las latinoamericanas, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Honduras, México y Paraguay, producen 53% de la cosecha mundial de transgénicos. Cinco países industrializados (Estados Unidos, Canadá, Australia, España y Portugal) también cultivan OGM; 43 países, incluyendo 26 de la Unión Europea, importan OGM para alimento humano o animal, o para procesamiento. En total, 67 de los 195 países del mundo han adoptado cultivos GM.
En nuestro continente, Brasil es el segundo más grande productor de cultivos GM en el mundo. En 2019 los agricultores brasileños plantaron cuatro siembras de cultivos GM: soya, maíz, algodón y caña de azúcar, que representaron 52,8 millones de hectáreas de cultivos GM, equivalentes a 27,7% del área global.
Argentina es el tercer más grande productor de cultivos GM, fundamentalmente soya, maíz, algodón y alfalfa. Solo en soya, 130 mil agricultores plantaron 17,5 millones de hectáreas en 2019, con beneficios económicos calculados en US$ 2 mil 400 millones. En total, Argentina planta alrededor de 24 millones de hectáreas, lo que representa 13% del área mundial dedicada a cultivos GM.
Nuestro vecino Colombia comenzó a sembrar cultivos GM de algodón en 2002 y de maíz en 2007. Además, desde 2000 cultiva unas 12 hectáreas de claveles y rosas azules en condiciones de invernadero, para exportación a Japón.
Mientras tanto ¿qué hace Venezuela? Nada. Venezuela no hace nada positivo en el terreno de los OGM. Por el contrario, una anacrónica Ley de Semillas (Gaceta Oficial No. 6.207 Extraordinaria del 28 de diciembre de 2015) no solo prohíbe la producción, importación, comercialización, distribución, liberación, uso y multiplicación de organismos y cultivos genéticamente modificados mediante la biotecnología moderna (art. 64), sino que pone al Estado en la retardataria posición, ideológicamente comprometida, de promover e impulsar el conuco como modo de producción sustentable y espacio de resguardo de la semilla local, campesina, indígena y afrodescendiente (Art. 46). Es decir, volver 500 años atrás en el quehacer agrícola. Mientras, de Brasil y Argentina importamos soya y derivados de soya para consumo humano, todos originados en cultivos GM.
A este respecto, Alejandro Pieters, ex investigador del IVIC, hoy en el exterior, comenta que “los científicos venezolanos estaremos de manos atadas para estudiar este tipo de biotecnología […]. No serán la respuesta mágica a todos los problemas, pero tampoco hay ninguna prueba científica de que sean perjudiciales para la salud y el ambiente”. La Ley de Semillas acaba siendo un instrumento retrógrado que desconoce “los beneficios que la agrobiotecnología podría otorgarnos”, agrega el emigrado investigador venezolano Félix Moronta.
“Alimentamos al mundo con conocimiento” es el lema del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agri-biotecnológicas (ISAAA, por sus siglas en inglés), un organismo que busca soluciones modernas a la lucha contra la pobreza global y la degradación ambiental, y que centra sus propuestas en el potencial de usar herramientas biotecnológicas para el cultivo de plantas de importancia capital para el consumo humano o animal. En sus razones para abogar por la multiplicación de cultivos GM en beneficio de la humanidad, ISAAA nos recuerda que tan solo en 2016, los cultivos GM en el mundo incidieron en una reducción sustancial de emisiones de carbono equivalente a eliminar 16 millones de vehículos de las carreteras, a la vez de disminuir sensiblemente el uso de insecticidas y herbicidas en 18% desde 1996 e incrementos en la productividad sin necesidad de aumentar hectáreas a cultivar. Y como complemento, generaron ganancias de US$186 mil millones a 17 millones de campesinos, entre 1996 y 2016.
Lapidario en su convicción del bienestar que traen los OGM para la humanidad, Venkatraman Ramakrishnan, Premio Nobel en Química 2009, nos alerta: “Yo como maíz genéticamente modificado. Para alguien como yo que creció en la India, la resistencia a los transgénicos proviene de gente que no ha conocido el hambre”.
*Tomado de: https://efectococuyo.com/opinion/transgenicos-alimentar-al-mundo-con-conocimiento/