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El reconocido investigador de la dieta mediterránea Miguel Ángel Martínez-González acusa al sector alimentario de ser «la causa del mayor fracaso de la salud pública frente a la obesidad» por favorecer el consumo excesivo de azúcar
Los intereses de la salud pública se basan en hacer más fáciles las opciones más sanas. Los de las empresas alimentarias se resumen en tres palabras: incrementar su rentabilidad», acusa el reconocido investigador Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva en la Universidad de Navarra y también catedrático visitante en Harvard, que acaba de publicar un libro ‘Salud a ciencia cierta’, en el que habla sobre lo que llama «las trampas de la industria alimentaria». El objetivo, que mueve ingentes cantidades de dinero al año, consiste –según cuenta– en hacer creer a la población que lo que come es lo más sano del mundo, aunque en realidad no lo sea. Lo consiguen mediante la financiación de estudios con apariencia científica, cuyos resultados, en realidad, están amañados. En el centro de la polémica sitúa, como ya viene advirtiendo la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace años, a la industria del azúcar y las bebidas azucaradas.
También en este ámbito España es la reina del fraude. Sus laboratorios –que, por otra parte, hacen piruetas para sobrevivir dados los recortes a la ciencia de la última década– no escapan a las redes del gran negocio alimentario. «Recibir financiación directa mediante acuerdos privados de estas empresas es lo que más pervierte la investigación en alimentación y salud», asegura. «Y este problema es especialmente grave en España. Pasarán muchas décadas, pero la historia acabará diciendo que este conflicto de intereses fue la causa del mayor fracaso de la salud pública frente a la obesidad en los inicios del tercer milenio».
Científicos comprados
Martínez-González, quien hace estas acusaciones, no es un experto más en Medicina Preventiva y Salud Pública. Es el investigador principal del proyecto SUN de la Universidad de Navarra para el estudio de la obesidad y sus enfermedades, un amplio trabajo que cuenta con 22.800 participantes. Coordinó además la red Predimed, la mayor para el estudio de la dieta mediterránea; y ha publicado más de 600 artículos científicos, algunos financiados por los Institutos Nacionales de Salud Norteamericanos (NIH). Michelle Obama, la esposa del expresidente de EE UU, le fichó para su campaña contra la obesidad y por la alimentación sana.
¿Cómo lo hacen? «La industria del azúcar tiene mucho poder», cuenta en su libro Martínez-González. Sólo en España, el sector de los refrescos azucarados genera 1.600 millones de euros al año. «Dispone de dinero suficiente para publicidad y, desgraciadamente, se ha notado su influencia, directa o indirecta, en ciertos científicos». Lo dice el investigador malagueño y lo dijo con anterioridad la expresidenta de la OMS Margaret Chan, cuando habló de la ‘Big food, big alcohol y big soda’ «para referirse a las grandes industrias de la alimentación, el alcohol y los refrescos azucarados que, pese a la evidencia de que muchas de sus prácticas son perjudiciales para la salud siguen haciéndolo», critica.
¿Y qué es lo que hacen? Una de sus principales argucias consiste en «pagar» a científicos para que «siembren dudas» sobre el valor científico de la epidemiología. «Dicen (por ejemplo) que lo único útil desde el punto de vista de la ciencia serían ensayos en los que a unos se les dieran refrescos azucarados y a otros no… y se esperasen años para ver sus efectos». Pero esto, como explica el investigador, no siempre es posible. «No tenemos ensayos donde a unos se les invite a fumar y a otros no, como no los tenemos sobre la eficacia del paracaídas. Pero sabemos cuales son sus efectos», argumenta.
Regalos, becas y ‘puertas giratorias’
Un equipo de especialistas de la Universidad de Toronto, acusa Martínez-González, recibe «cantidades ingentes de Coca-Cola, Pepsi y los productores de azúcar» y otro de Alabama, también, para recopilar todo lo que demuestra la ciencia y echarlo por tierra sin evidencia. La industria, además, «da regalos y becas, contribuye a causas benéficas para proyectar una imagen corporativa de ciudadanos comprometidos y utiliza la llamada ‘política de puertas giratorias’, donde los directores de las empresas de refrescos, no se sabe cómo ni por qué se convierten de repente en responsables de agencias de la salud pública». Su experiencia personal, según relata, le demuestra que esto último también ha ocurrido en España.
Una acusación más. La industria del azúcar de Estados Unidos contrató científicos en los años 60 para minimizar el vínculo entre este producto y las enfermedades cardíacas y convertir a las grasas en las culpables. Las grasas son un gran problema, pero hoy se sabe que el consumo excesivo de azúcar lo es mucho más.
*Tomado de: https://www.elcorreo.com/jantour/nutricion-trampasde-industria-20180925170350-nt.html