Jhon Fredy Cruz es un caficultor de Trujillo. En su finca diversifica la siembra entre café y otros productos para poder generar ingresos adicionales para el sustento de su familia. Foto: Javier Jaramillo / El País
Hace cinco años el sector cafetero del país vivió una crisis de precios que llevó al Gobierno Nacional a salir a su rescate con una inversión de más de $700.000 millones.
Hoy, los caficultores vuelven a pedir ayuda del Estado por la misma situación: los precios internacionales han bajado y hasta mediados del mes de abril la revaluación del peso generó una caída del precio de compra interno del grano de 10,6 %. Desde noviembre pasado a la fecha el valor de la carga de 125 kg bajó $79.000.
Algunos cultivadores dicen que el costo de producir una arroba supera los $60.000 y esta semana se les pagó en algunas cooperativas entre $68.000 y $70.000, es decir, están trabajando con muy baja rentabilidad.
Enfrentar los bajos precios siempre ha sido un reto para los caficultores que plantean soluciones como dedicarse a cafés especiales, a la ganadería o complementar el trabajo con la producción de especies menores.
Toda la vida en el campo

José Robeiro Hernández ha pensado en dejar el cultivo y dedicarse a la ganadería por la baja rentabilidad del café.
Foto: Javier Jaramillo / El País
De los 60 años que tiene José Robeiro Hernández Acosta, 38 los ha dedicado al cultivo del café. En su finca ubicada en el corregimiento de La Moralia, en las estribaciones de la cordillera Central, en el municipio de Tuluá, a 1490 metros sobre el nivel del mar, tiene sembrados 24.000 árboles de la variedad Castilla.
Recuerda que de niño, sus padres tenían una finca en Trujillo, pero de con otras variedades que producían más granos y por ende el negocio sí era rentable, no como hoy que los costos de producción son casi iguales a lo que les pagan por una carga del grano.
“Ahora nos pagan $70.000 la arroba y producirla cuesta en promedio $60.000, representados en insumos, mano de obra, deshierbas, fertilizantes, transporte y control de la broca”, dijo José Robeiro, quien está pensando seriamente en cambiar de vocación.
No solamente los bajos precios del café tienen desencantado a este caficultor, sino la escasez de recolectores, pues en vista de que les pagan en promedio $600 el kilo, ya nadie quiere trabajar en las fincas. “Qué hace un trabajador que se puede ganar $100.000 o $150.000 a la semana para sostener a una familia. Ellos prefieren irse para las ciudades a engrosar las filas de los desempleados, porque definitivamente este negocio ya no es rentable”, asegura.
Este pequeño caficultor de la zona montañosa de Tuluá, dijo que en vez de café va a sembrar pastos y se va a dedicar a la ganadería. “Lo que pasa es que en Colombia no existe una política agraria que beneficie a los pequeños agricultores” y se pregunta por qué razón la Federación Nacional de Cafeteros y el Gobierno no garantizan precios de sustentación para mantener la rentabilidad del negocio, sin importar las fluctuaciones del precio del café en los mercados internacionales.
Diversificar
Jhon Freddy Cruz Londoño, quien a sus 38 años de vida ya tiene una larga experiencia como caficultor en la vereda Arauca, corregimiento de Andinápolis del municipio de Trujillo, considera que para estos momentos de crisis, cuando se está trabajando «ras con ras», se tiene que diversificar, ser imaginativo, no solamente con otros cultivos sino con la cría de especies menores como pollos y gallinas para sobrellevar la situación.
Él, que hace parte de una nueva generación de cultivadores de café, dentro de un proyecto denominado “jóvenes agricultores del Valle del Cauca”, aprendió a manejar su predio como una verdadera empresa cafetera, lleva registros y maneja costos.
“En esto tenemos que ser juiciosos, en medio de los árboles de café tenemos cultivos de plátano, fríjol, maíz y plantas medicinales, que nos permiten sobrevivir en épocas de bajos precios”, indicó Jhon Freddy quien agregó que trabaja en un proyecto para darle valor agregado al grano que produce en su finca ubicada a 1530 metros sobre el nivel mar y es producir su propia marca de café Pipe.
Pero no puede ocultar su preocupación por la baja rentabilidad de este cultivo, pues los costos de producción son muy altos si se tiene en cuenta el valor de los agroinsumos para hacer la fertilización cada semestre, el control de la broca y la renovación de sus cafetales.
Cafés especiales

En el norte del Valle la apuesta ha sido por los cafés especiales.
Foto: Javier Jaramillo / El País
En el norte del Valle la apuesta ha sido por los cafés especiales. Los cultivadores asociados a la Cooperativa de Cafetaleros del Norte (Cafenorte) desarrollaron su propia marca de café (Bahareque).
Julián Alberto González, gerente de la cooperativa, explicó que “los ingresos adicionales que nos deja este negocio se transfieren directamente a los productores” y se convierte en una ayuda para las familias.
La marca Bahareque, hace parte de los cafés especiales del norte del Valle y es producido por 2200 familias asociadas en 12 municipios del departamento. El producto acaba de ganar la medalla de oro Monde Selection 2018 por su calidad.
Además de esto, cuenta González, el próximo mes arranca el proyecto de tiendas y se tienen previsto abrir la primera en Cartago. “Aquí, además de disfrutar de un tasa de café de alta calidad, se venderán productos de la marca Bahareque y se ofrecerá una experiencia que incluye: talleres, coffee campus, recorridos, entre otras cosas”. Agregó González que una vez se valide el formato, la idea es abrir tiendas en varias ciudades del Valle y del país.
Para Julián González los cafés especiales son una opción porque el mercado los paga mejor, pero “no podemos pensar que esa es la solución a todo el problema del sector, toda la caficultura no se puede volver especial, además eso requiere recursos que hoy no tiene el cultivador”.
*Tomado de: http://www.elpais.com.co/economia/el-trago-amargo-de-los-cafeteros-del-valle-por-los-bajos-precios.html